Nuestra Historia
Cuando la bodega se convierte en un inmenso campo de juegos, en un paraíso de posibilidades y escondites, cuando la magia del tornillo sin fin transforma el racimo, miles de racimos, en un líquido que embelesa hasta perder la noción del tiempo… entonces, es más que probable que un niño incline con frecuencia sus deseos de jugar en la bodega en lugar de pasar las tardes en el parque con los amigos.
Su historia en este escenario de juegos, Carlitos corretea incansable detrás de los tractores cargados de uva, el gran tesoro. Se detiene a observar como se descarga la uva, investiga metiendo la naricilla en los depósitos y va impregnando poco a poco sus historias imaginadas de olores y colores que antes desconocía. Pregunta, escucha, y va descubriendo los pormenores de la vendimia y la elaboración del vino. Ante su insistencia, se le empiezan a asignar pequeñas tareas que le mantengan entretenido. Con el tiempo, sorprende a todos por su enorme interés en todos los procesos y tareas que observa.
Para tranquilidad de su madre, Agosto, el mes de la vendimia en Extremadura, Carlitos no tiene que ir al colegio. De nuevo, entre ir a la playa con el resto de la familia y permanecer en el pueblo, ayudando a “supervisar” las tareas de la vendimia, Carlitos vuelve a elegir quedarse en la bodega. Su madre tiene que ceder, nada convencerá a Carlitos de lo contrario. Vivir día y noche el espectáculo de la recogida de la uva, el trasiego de los camiones llegando a la bodega, la uva cayendo en la tolva, los sonidos del mágico proceso de la fermentación son su entretenimiento favorito.
Lo que de niño era un juego, con el tiempo se transforma en una profesión, en una forma de vida. Carlos trabaja duro desde muy joven; se forma y pasa por todos los niveles y tareas que una bodega ofrece.
Durante años, aprende lo más importante, que el mundo del vino no es un mundo fácil, que requiere esfuerzo diario y dedicación exclusiva, pero que merecen la pena las horas de sueño entregadas a la ilusión de obtener el mejor vino posible.
Carlitos es hoy Carlos Plaza, y se aúnan en él la pasión e ilusión de cuando era un niño, con la experiencia que le han proporcionado los años y su historia.
Hoy en día, se ha cumplido su sueño y objetivo en la vida por el que tanto ha trabajado: elaborar y embotellar sus propios vinos, vinos que los demás disfruten bebiendo tanto como él disfruta elaborándolos.
En 2009, con 37 años, fundó su propia bodega en la que elabora uno de los vinos de Extremadura más reconocidos tanto a nivel nacional como internacional, posicionando sus vinos en más de 20 países de todo el mundo y consiguiendo algunos de los reconocimientos más prestigiosos tanto nacionales como internacionales.